viernes, 27 de mayo de 2011

Miedo

"Palabras profanas, de tu boca pura" pensaba Rafael, mientras leía una y otra vez la misma oración, tratando de encontrarle un sentido, un significado. El veneno más mortífero suele presentarse en el envase más amistoso. Con dolor se preguntaba cual podía ser tan grandioso premio, tan valiosa recompensa que justificara esa clase de traición. ¿Acaso unos segundos de escasa fama para ahogar la melancolía, la sensación de que el grito constante por llamar un poco la atención finalmente podía apaciguarse por un momento? ¿Que escondemos detrás de cada letra derramada, de cada gesto pronunciado? ¿Cuanto comprometemos de nosotros mismos por agradar al resto? Un momento de discreción, un sonrisa por delante con sabor a puñalada por la espalda. Después de todo, tal vez realmente sea como en aquella canción, que en nuestras vidas no usamos muchos rostros, tan sólo la máscara que vestimos todos los días. Si fuera posible arrancarse un ojo para poder ver mejor; mirar de frente y a la cara, para leer entre las líneas lo que se esconde detrás de esa actuación farsante de todos los días. Algún sabio ya dijo alguna vez, que en el reino de los ciegos, el tuerto es el rey. ¿Pero cuantos roles somos capaces de interpretar? ¿Cuando se termina el guión, y comienza la persona? "La mediocridad para algunos es normal, la locura es poder ver más allá".

Encerrado en su laberinto de preguntas retoricas y frases rabiosas de canciones ajenas, entrecerró sus ojos y volvió a verlo todo. Las decisiones más difíciles de enfrentar en la vida, son las que luego nos regalan una verdadera sensación de libertad. ¿Por que entonces aún se sentía rehén, prisionero? ¿Había tomado la decisión equivocada? O lo que es peor, pero en algún sentido más certero -como todas esas verdades que se imprimen en nuestra piel y en vano tratamos de enjuagar para dejarlas escapar-, tal vez la decisión no había sido difícil en absoluto. Escapar corriendo no es una opción cuando las cadenas siguen presionando tan firmes como la primera vez. Su túnel era aún mas oscuro y solitario de lo que había previsto.

Algunos minutos después, entre el desconsuelo y los constantes delirios de grandeza, se preguntó que tan lejos estaba él de todas esas aspiraciones. Alimentado por ellas es que había llegado hasta este punto, y ciertamente el presente no era tan brillante como había imaginado. Luego necesariamente se obligó a si mismo a recordar la gran distancia que lo separaba a él de los demás, los distintos contextos en que se escriben sus historias, y por qué en vano trata de cambiar las hojas de un libro que ya ha sido escrito. Miró alrededor. Hay cosas que nunca cambiarán en su vida; hay vidas que jamás serán vividas. Rafael se alimenta de las alegrías que lo rodean, pero ultimamente ya no quiere comer. Silencio de nuevo. "¿Lo mataste?". Una y otra vez su mente se se vuele a acelerar y lo abandona; se recuesta sobre su almohada, entre sonrisas y lágrimas, y piensa, recuerda, que él no le teme a la muerte. Pueden atacarlo, pueden lastimarlo, pueden tratar de herirlo. Pero él no teme. Ya se ha enfrentado al mayor de sus miedos, el de estar vivo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"... por qué en vano trata de cambiar las hojas de un libro que ya ha sido escrito."

El libro aún tiene muchas hojas en blanco, pero acordate, que la última hoja, ya está escrita :)