jueves, 28 de enero de 2010

Tropiezo

Algunos recuerdos se entremezclan en su mente, algunos sonidos extraños hoy resultan peculiarmente familiares. Una sensación de bondad lo invadía, el sentimiento de querer hacer las cosas bien, aún a sabiendas de que no era la manera más fácil, o la más obvia. ¿Por que los grandes desafíos, las más profundas revelaciones, llegan por la noche, y nos abandonan por la mañana? Las garantías de sus últimos excesos, el sabor al olvido y la dejadez de los últimos tiempos solo prometían mayor incertidumbre para el futuro cercano. Un cambio urgente, un cambio verdadero. No uno en el que pueda creer; pues las promesas solo siguen acumulando decepciones. Un cambio posible.

Detuvo por un instante sus pensamientos, trató en vano de contemplar la situación. Decisiones, elecciones; la vida se reduce a eso, y Rafael lo sabe. Lo repite todos los días. Algunas de sus decisiones aún pesan por las noches, la almohada es tal vez un objeto extraño y desagradable, que no reconforta sus pesares; más bien lo sumerge aún más en las estériles divagaciones. Las imágenes se van repitiendo constantemente en esa pantalla, el cambio es impredecible, y el ritmo siempre veloz. Como una vieja canción que nos gusta volver a escuchar, como esos finales de película que nos cuesta volver a ver, la sonrisa amistosa de un viejo conocido nos permite escapar por un montón de tantas tribulaciones, y de este así llamado caos de nuestras vidas.

Los parpados cansados e irritados le recordaban que aquella noche no era ninguna excepción. Una seguidilla infernal de equivocaciones expresadas en breves frases de descontento, la lujuria encarnada en tecnología, y algunos errores de bolsillo que pueden ser fácilmente lavados. Se juega con las emociones por la derecha, se las borra por la izquierda, y mientras tanto sigue avanzando hacia el centro. Rafael contemplo las ruinas de su cuerpo, se reflejo a si mismo en la vergüenza ajena, y comprendió que había llegado lo suficientemente lejos como para sentirse incomodo y extraño entre los suyos, desubicado y superior entre los extraños, y abandonado e incompleto ante si mismo.

Esperanza, compasión, entendimiento. Lo que más anhelaba en este momento, era todo aquello a lo que había estado huyendo con tanto fervor. Las lecciones aprendidas enseñan que la recompensa tarda en llegar, pero tal vez no se encuentra donde uno la buscaba. Sus pies pesan más hoy que el resto de los días, pues caminar se hace más aburrido para aquellos que aprenden a volar. Busco soltar las ataduras y ligaduras; la luz comienza a entrar a través de la persiana. Tal vez va llegando finalmente el momento de volver a levantarla. Mucho tiempo ha pasado encerrado entre estas sombras. Todo aquello que tanto brillaba en la oscuridad, ha revelado su peor rostro en la luz del día.

Las novedades del mundo hoy no suenan tan novedosas; todo aquello que lo asusta del porvenir, es aquello a lo que ya se ha enfrentando. El mayor temor es la próxima derrota; su verdadero miedo, es la victoria.

Con la sonrisa de un nuevo día, la música al volumen correcto -el máximo, para acallar los pensamientos-, y la temperatura del eterno verano, Rafael avanzó nuevamente entre la gente, motivado por su nueva banda de sonido, mirando sin mirar en las caras ajenas, luciendo al fin un sentido de orgullo olvidado y dejado de lado, otro disfraz. Trata por un momento de evitarlo, pero el tropiezo inevitable lo espera siempre con la misma piedra.