viernes, 24 de septiembre de 2010

Recorrido

Rafael se arrodilló lentamente y tomó los pedazos en ruinas, cortados en pequeñas piezas irregulares, todas desplegadas sobre el suelo. Recordó aquellas tontas sonrisas infantiles, sintió su cuerpo estremecerse, y su piel ardió ferozmente, solo que ahora invadida de un nuevo sentimiento de angustia y dolor, una rabia contenida desde hace tiempo que comenzaba a encender.

Mirando más allá de su propio horizonte, sintiendo las sombras de los más grandes aprisionarse sobre su cuerpo, pensó con miedo que el tiempo del final se estaba aproximando, pero que a su vez los temores eran ligeros, porque la conclusión traería el final de sus pesares, los más próximos al menos. Su cabeza daba vueltas sin control, la estructura sobre la que se erigía su vida estaba a punto de colapsar. Los movimientos, debiendo ser cuidadosos y decisivos, eran más bien torpes y efímeros; un estado de letargo que se contradecía con su actual emergencia.

Pensó por un momento nuevamente en aquellos que lo rodean. Pensó en su atmosfera, en el ambiente, en el día por venir, y en todos aquellos por quienes lo haría. Lo volvería a hacer. La idea de sacrificio estaba siempre ligada a la angustia, al vacío y al alejamiento; la sensación de que el mundo se está escapando por la ventana y lejos de él. Volvió a pensar y a mirar sobre sí mismo, volvió a ver a todos aquellos a quienes no quería volver a ver. Sintió fantasmas del pasado querer invadir su cuerpo, la eterna lucha que le hace enardecer la piel. Pensó en aquellos que se dejan ver y en los que se alejan. Pensó en los momentos y en los sacrificios nuevamente. Pensó en la vida y en todo lo que podía poseer. Pensó en el final, y en todo aquello que había perdido. Un momento inevitable de mirar hacia adelante con paso firme, renunciando a todo aquello que lo hace sonreír. La verdadera felicidad no descansa en un pasado brillante y opaco. La verdadera luz brilla más fuerte en la oscuridad. En los momentos de mayor necesidad, solo se presentan aquellos que no fueron llamados. Aquel con quien no contaba. La vida aún esconde momentos de felicidad y sueños de grandeza. Aún sigue siendo la misma simple alternativa de siempre. La felicidad debe esconderse en esas cosas más pequeñas.

El sonido de un redoblante y el bajo punzante. La garganta cansada pero encontrando la afinación. Una triste canción para elevar el espíritu de los buenos momentos. Una canción triste “para sentirte mejor”. Un guiño que resplandece. La firme decisión de que el único camino es aquel de convicciones fuertes. La palabra por sobre las palabras, la mirada por sobre la mirada, y el vacío eterno y constante que lo separa y lo aleja más y más. Nada nuevo ha sucedido. Las mismas viejas tribulaciones de siempre. Rafael aguarda debajo del marco de la puerta, observa y contempla, cierra los ojos, piensa, calma, paciencia. Todo gran viaje comienza con un pequeño paso. Sigue perdido en el camino. Pero aún firme en su recorrido.